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*Sobre el cuerpo abierto es un texto desarrollado para acompañar la exhibición Anatomía de la fragilidad de Mariela Álvarez –para la cual el autor además produjo un texto de pared–, sin embargo, su lugar en el montaje aun es dudoso.
Sobre el cuerpo abierto.*

Erick Víquez | dic. 10, 2022.

 

Soy la enfermedad y la medicina, soy la célula cancerosa y el órgano trasplantado, soy los agentes inmunodepresores y sus paliativos, soy los ganchos de hilo de acero que me sostienen el esternón y soy ese sitio de inyección cosido permanentemente bajo la clavícula, así como ya era, por otra parte, esos clavos en la cadera y esa placa en la ingle.

 

Jean-Luc Nancy. El Intruso (2006).

 

En la historia de la invención del cuerpo que nos presenta el Renacimiento se mantiene que el empirismo médico jugó un rol clave en su desarrollo como concepto. Esta relación entre cuerpo y medicina -que supuso la verdadera amenaza para la filosofía natural- provino de un empirismo generalizado cuyo sustento estuvo en una práctica médica donde las investigaciones aun establecen vínculos con prácticas como la iatroquímica que se desarrolla en Europa desde el siglo XVI y permite considerar el cuerpo humano como un ser físico autónomo. No obstante, previo a estos nuevos procesos de secularización médica nociones como en panvitalismo permitían aun entender una representación del cuerpo como una imagen indiferenciada de la misma representación natural del cosmos y los otros cuerpos.

 

Esta separación supone el desvanecimiento de un lenguaje que no establecía diferencias entre el cuerpo y su medio y con ello se propicia un nuevo sistema de relaciones en las posibles formas de administrar los vínculos entre cuerpo y entorno. En esta escisión, el cuerpo se convierte en la cicatriz de la violenta separación ejercida respecto al vínculo con los otros y se adjudica el misterio de ser el lugar de ruptura al cual le fue designado ser el mismo sitio dónde sanar la angustia de la separación.

 

Esta exposición de esculturas, y el trabajo final de graduación que le acompaña, tratan las tensiones representacionales del cuerpo e implica una lectura de los sentidos atribuidos a una discontinuidad que enfatiza la visión del cuerpo como campo abierto, en expansión y que se sabe continuamente transformado por los otros cuerpos que le rodean.* A este punto la piel es entendida como ese lugar simultáneamente denso y lleno de pliegues e infinitamente tangencial que establece los límites de la corporalidad; su función que es la de proteger y separar al organismo del medio que lo rodea, se ve al mismo tiempo impelida por las continuas funciones de comunicación del cuerpo con el ambiente que le son propias a su sistema. En las artes, vemos cómo la piel es utilizada para representar los símbolos que se plasman en el cuerpo, nombrándolo y posicionándolo frente a los otros, a través de diferentes deformaciones y carnaciones.

 

En esta forma de posicionarse frente la apertura del cuerpo en su condición más vulnerable la cualidad material del objeto se vuelve central y la cera de abeja procura el recurso mediante el cual la fragilidad adquiere nuevas circunstancias cuyo transcurrir pasa por un lento trance de adición de capas y de plegados casi transparentes que de a poco intuyen el volumen de unos cuerpos que se resisten a completarse. Aquí se establece la paradoja simultánea de un material usado en la cosmética y en la preservación que así mismo prefigura una imagen siempre expansiva, fragmentada y susceptible al cambio que se pone de cara a la historia tradicional de la práctica escultórica.

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